La Capilla

Nos encontramos en la Capilla de la Expiración, perteneciente a la “Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santísimo Sacramento y Archicofradía Sacramental y Cofradía de Nazarenos de la Sagrada Expiración de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de las Aguas”, conocida popularmente como Capilla de la Hermandad del Museo.

La Hermandad fue fundada en el año 1575 en la Iglesia Parroquial de San Andrés. Cuentan que un grupo de fieles devotos, pertenecientes algunos al gremio de plateros y de otros oficios, quedaron impresionandos al escuchar cómo el sacerdote describía los sufrimientos padecidos por Nuestro Señor Jesucristo durante la Expiración y decidieron crear una Hermandad cuyo titular fuera un Cristo que representara ese trágico momento. De hecho, desde sus orígenes, ha sido conocido como la Hermandad de la Expiración. Al año siguiente de su fundación la hermandad se traslada al convento de la Merced Calzada (actual Museo de Bellas Artes) y posteriormente adquiere unos terrenos anexos al convento donde levantan esta Capilla. El patrimonio artístico que vamos a describir está indisolublemente unido al devenir histórico de nuestra corporación.

En el exterior habrá observado la fachada, donde destaca un retablo cerámico con las imágenes del Cristo de la Expiración y, a sus pies, Nuestra Señora de las Aguas. Su autor fue el ceramista AntonioMorilla Galea, que lo ejecutó en 1963. Además de su indudable valor artístico, permite el culto a nuestros titulares en todo momento.

Una vez en el interior nos encontramos con un espacio rectangular. En el techo apreciamos un artesonado de madera decorado con casetones tallados y policromados en cuyas intersecciones aparece inscrito el primitivo escudo de la Hermandad. Fue realizado a finales del siglo XVII. El suelo está cubierto, por una solería de mármol ajedrezado, que recuerda a la original de mármol de Génova que, durante la invasión francesa de la ciudad, el Mariscal Soult mandó fuera retirada e instalada en el palacio Arzobispal, donde él residía en esos momentos. Ante el escudo de la Cruz de Jerusalén que podemos ver en la solería hay una entrada a una cripta de enterramiento, rehabilitada y usada como columbario, donde se depositan las cenizas de los hermanos fallecidos que así lo hayan dispuesto.

En la cabecera de la Capilla encontramos el retablo mayor, de estilo neoclásico, dividido en tres calles, la central presenta una hornacina donde se dan culto a las imágenes titulares enmarcada por dos columnas a cada lado.

El Cristo de la Expiración fue realizado por Marcos Cabrera en 1575, y obedece al canon manierista. Es un Crucificado de tamaño natural, que representa el momento en que Jesús exhala el último aliento. Fue ejecutado en pasta de madera y policromado, posteriormente se le añadió el sudario de telas encoladas sustituyendo así el primitivo, que era una pieza de lino que se le ajustaba a la cintura. La leyenda dice que la Hermandad puso como condición al escultor que los moldes fueron arrojados al Guadalquivir para así impedir que se realizaran copias de la imagen.

A sus pies, María Santísima de las Aguas, imagen de candelero con rostro y busto modelado en terracota por Cristóbal Ramos en 1772. La imagen fue concebida de rodillas y con las manos entrelazadas en actitud de oración. A lo largo del tiempo se le han realizado varias modificaciones hasta alcanzar su estado actual. Puede observarse que no porta corona, sino diadema, y habitualmente, un tul liso dispuesto al modo monjil, que resalta su natural belleza. La imagen destaca por su serenidad, naturalidad y realismo, que la hace cercana y genera gran devoción. En el banco del retablo mayor, a los pies de la Virgen de las Aguas, se encuentra el Sagrario, diseñado por Manuel Guzmán Bejarano y realizado en plata por Juan Borrero en 1982, con esculturillas de Rafael Barbudo que representan a San Pascual Bailón, a Santa María Micaela del Santísimo Sacramento y la Ascensión del Señor en el ático.

En las calles laterales del retablo se disponen los cuatro Evangelistas, que tallara Francisco Antonio Ruiz Gijón entre 1682 y 1689. Todos ellos llevan, además de sus respectivos atributos: San Juan (Águila), San Lucas (Toro), San Marcos (León) y San Mateo (Hombre/ángel), una pluma y un libro, a excepción de San Lucas que lleva un pergamino. Están considerados como verdaderas obras maestras del barroco sevillano, tanto por lo atrevido y perfección de su talla como por su policromía.

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj vamos a recorrer los distintos altares que se disponen en la Capilla. A la derecha encontramos un altar obra del siglo XVII, aunque ha sufrido muchas transformaciones. En la hornacina principal se venera una espléndida imagen manierista de Cristo atado a la columna, que fue realizado entre 1583 y 1585 atribuido a Jerónimo Hernández. En el banco del retablo hay una pequeña hornacina donde se encuentra una Virgen Dolorosa de candelero del XIX.

A continuación encontramos un retablo realizado a mediados del siglo XVIII, que alberga a Nuestra Señora del Rosario, atribuida a Jerónimo Hernández sobre el año 1577. Virgen sedente, en sus brazos la figura de Jesús Niño portando una Cruz. En la pequeña hornacina del banco del retablo hay una pequeña figura de un Nazareno, es una imagen de vestir atribuida a Montes de Oca.

Siguiendo el recorrido aparece el retablo de San Ramón Nonato. El busto está atribuido al afamado imaginero Juan de Mesa (Siglo XVII). Debe su nombre a que su nacimiento se pro-dujo después de haber fallecido su madre. Viste el hábito blanco de la Orden Mercedaria, sobre el cual lleva la esclavina color púrpura propia de su condición cardenalicia; porta un ostensorio o custodia en la mano derecha, y en la izquierda la palma con tres coronas (castidad, elocuencia y martirio) que distinguen a los mártires de la fe. Cuenta la leyenda que San Ramón Nonato fue hecho cautivo y, aun así, continuó predicando el evangelio. Para impedirlo le abrieron agujeros en sus labios para colocarle un candado y cerrar su boca. Nuestra Hermandad siempre ha estado ligada a la Orden Mercedaria, que fue fundada por San Pedro Nolasco para el rescate de los cautivos cristianos que eran apresados y llevados al norte de África. Mantiene gran devoción por ser el santo patrón de los partos, parteras, niños y las embarazadas.

Le sigue, sobre una repisa, una imagen de tamaño académico de Santa Lucía, con la palma en una mano (símbolo del martirio) y en la otra la bandeja con sus ojos. Es obra anónima del siglo XVIII.

Bajo el coro de la Capilla, sobre un frontal de azulejería trianera renacentista y datado en 1626, se levanta la portentosa escultura barroca de Nuestra Señora de la Merced sentada sobre un sillón de coro. Majestuosa, señorial, presenta los ropajes tallados y decorados con ricos estofados, con túnica, escapulario y manto abrochado con el escudo mercedario. Sostiene en su mano izquierda el Libro de las Horas, y la derecha la apoya sobre el pecho. Está atribuida con mucho fundamento a José Montes de Oca, y fechada sobre el año de 1730. Su iconografía representa una antigua tradición mercedaria que narra cómo San Pedro Nolasco y sus monjes se retrasaron en su obligación de acudir al coro, pues se quedó dormido el encarga-do de hacer sonar la campana que los convocaba habitualmente al rezo de las horas en el templo conventual. Cuando llegaron se encontraron a los ángeles ocupando sus respectivos sitiales y a la Virgen presidiendo el Coro y dirigiendo el oficio de maitines. Es por ello que, desde entonces, se la tuvo como La Comendadora, portando en su mano el libro de Horas. En el caso de esta talla sevillana, fue también conocida, popularmente, como la Virgen del Rayo por haber salido indemne tras una terrible tormenta que destrozó el Coro de la Iglesia conventual.

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj encontramos la imagen de San Lorenzo, re-presentando como es costumbre con el instrumento de su martirio, una parrilla. Es una obra anónima del barroco sevillano, fechable en el siglo XVIII.

Finalmente, cercana al altar mayor, en el seno de la hornacina abierta en el muro, destaca el magnífico grupo escultórico en que se representa a Santa Ana con la Virgen Niña, talla de madera policromada atribuida a Benito Hita y Castillo sobre el año de 1750.

Sobre los muros, se exponen varios cuadros de temática religiosa. Sin embargo, en el terreno pictórico, no podemos contemplar lo que fuera la joya de la Capilla, el imponente lienzo debido a Bartolomé Esteban Murillo en el que se representa la Resurrección del Señor, cuando expoliado por el Mariscal Soult durante la invasión francesa en 1811, llevado a Madrid donde, tras la victoria española, quedó depositado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Así mismo, fue expoliado otro cuadro —también propiedad de esta Hermandad de la Sagrada Expiración—, debido al pincel del pintor sevillano Francisco Varela, que representaba la Oración en el Huerto.

Existen otras obras artísticas de orfebrería, bordado, talla, etc. que forman parte de los enseres de esta Archicofradía del Lunes Santo sevillano, que el resto del año permanecen expuestas en las vitrinas existentes en las dependencias anexas a la Capilla.